El monasterio de monjas mínimas de Daimiel fue fundado en 1627, aunque sus orígenes se remontan a un par de años antes, cuando el Nunzio Sachetto autorizó que el legado dejado por Doña María Almansa Gallego para la fundación de un monasterio de dominicas en Daimiel se aplicase a la fundación de uno de mínimas. Para el inicio del nuevo monasterio se enviaron desde Antequera tres monjas: María de Jesús, Ana de la Encarnación y Mariana de la Concepción, partidarias de la Recolección (en los primeros tiempos las mínimas de Daimiel fueron llamadas "Recoletas"), siendo Provincial de Granada el Padre Pedro de Cuenca y Cárdenas y Vicario el Padre Bartolomé de Prados. La licencia real la obtuvieron el 10 de septiembre de 1627. Tuvieron primero como capilla una ermita de la Santísima Trinidad (concedida por la villa); sólo a partir de 1670 se emprendió la construcción de nueva iglesia. Intitulado a Nuestra Señora de la Victoria, el monasterio no dependía jurisdiccionalmente de la Orden, sino del Arzobispo de Toledo, quien en 1629 promulgó unas Constituciones para su observancia por la comunidad. Esta sujeción no obstaba a que participasen de las indulgencias y privilegios de los Mínimos (corroborado esto por el Provincial de Granada Tomás Muñoz y Espinosa). En 1724 la comunidad estaba compuesta por 24 miembros, número que fue descendiendo andando el tiempo: 18 (1757), 8 (1809) y 5 (1817). Durante el trienio constitucional, el monasterio logró escapar a la supresión, aunque la situación llegó a ser extrema (sólo 3 hermanas legas). Poco a poco la situación fue mejorando a partir de 1824. En 1878 las monjas adoptaron capitularmente la renuncia al peculio y la vida común perfecta. Tuvieron que salir en julio de 1936; buena parte de la comunidad estuvo en la casa familiar de una de las religiosas, mientras que el resto tuvo que dispersarse. Utilizado el monasterio como prisión y cuartel, presentaba al final de la guerra un aspecto ruinoso y deplorable.Sin embargo, las monjas volvieron a ocuparlo el 26 de mayo de 1939, abriendo posteriormente, para allegar recursos, un pequeño colegio. En las décadas siguientes conocieron un reflorecimiento material y numérico, pudiendo incluso auxiliar con personal a otros monasterios en dificultad (Archidona en 1944, Sevilla en 1950). Esta generosidad se ha visto todavía aumentada tras la constitución y desarrollo de la Federación de Monjas Mínimas. Monjas de la comunidad de Daimiel han dado su contribución tanto en la ayuda de antiguos monasterios (Jerez, por ejemplo) como en nuevas fundaciones (Paula, Lipa).