Instrumento de mortificación, reparación o corrección consistente en un azote (metálico o de cuerdas) con el que el sujeto se flagela la espalda. Ampliamente difundida en la tradición monástica, recomendada, entre otros, por San Isidoro de Sevilla y San Pedro Damián, arraigada en la proposición paulina "Castigo corpus meum et in servitutem redigo" (1 Cor 9), la disciplina ha sido también regularmente usada en la Orden de los Mínimos como castigo oficial. Así, el castigarse o disciplinarse durante cierto tiempo (generalmente indicado y graduado por lo que se emplea en recitarse uno o varios salmos penitenciales), es pena utilizada como sanción establecida en su momento por el Correctorio de la Orden, si bien se advierte ya un uso amplio de la misma en el texto conocido como Protorregla. El número 68 del Correctorio de la Orden de los Mínimos establecía que en caso de pena la disciplina debía dársela el mismo culpable; si el Corrector, el Vicario o algún otro Superior diera él la disciplina directamente o mandara darla a otro, tenía que ser depuesto del oficio inmediatamente.
Hoy en la Orden ha caído completamente en desuso y, de persistir, se limita al campo individual excepcional de unos pocos religiosos que en todo caso hacen de ella un uso exclusivamente privado.
Respecto a las mínimas, la Federación estableció expresamente en marzo de 1969 que usasen de la disciplina sólo aquellas monjas que lo quisiesen y de manera privada