Un grupo de mujeres, conocidas como Beatas, vivían como religiosas en clausura en Toledo, en una casa bajo invocación de Jesús María enclavada en la Parroquia de San Isidro, observando la Regla de los terciarios mínimos. En 1539 el Cardenal Antonio Pucci, que a la sazón era Protector de la Orden y Penitenciario mayor de la Penitenciaría Apostólica, acordó erigir la casa en monasterio de la tercera Regla de la Orden de los Mínimos, concediendo a las Beatas que emitieran los tres votos esenciales en manos de los superiores de la Orden, que pudieran tener aspirantes que, a su vez, en el futuro pudiesen emitir dichos votos tras un año y un día de probación; se otorgaban, asimismo, a las religiosas todos los privilegios y derechos otorgados a las monjas profesas de la Orden de los Mínimos.
La intención de estas religiosas era ser verdaderas monjas mínimas, pero los frailes, especialmente los de la Provincia de Castilla, fueron siempre remisos a apoyarlas en esto. En 1556 las Beatas pidieron al Capítulo General reunido en Fréjus regirse y gobernarse como Monjas mínimas; la petición fue rechazada. El monasterio contó con la protección decidida de la reina Isabel de Valois, tanto es así que algunos historiadores poco documentados lo creían fundado por dicha reina, quien patrocinó su nueva petición al Capítulo General de Valencia celebrado en 1562; esta vez los Padres capitulares, no queriendo desairar a la reina (que era benefactora de su incipiente fundación en Madrid), argumentaron mejor la negativa, pretextando que vivían sin clausura y en mucha pobreza, de modo que las admitieron sólo como terciarias, adviertiendo que las recibirían como monjas sólo si previamente volvían a una clausura estricta y eran instruidas por personas piadosas. En los años siguientes, este monasterio-beaterio entró en decadencia y, quedando ya pocas moradoras, el Arzobispo de Toledo Gaspar de Quiroga las recogió en el monasterio de Santa María la Blanca, donde, sin embargo, siguieron conservando su hábito mínimo.
BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS: